Cuando iniciamos este periplo desde el sur del mundo que pensamos en llevarlos con nosotros, compartiendo nuestras experiencias e impresiones de lo que vemos y vivimos. Por fin esto se hace realidad después de ya casi un año de viaje!!! Por aquí podrán encontrar desde nuestras experiencias y miradas, hasta los más variados datos de cómo nos vamos abriendo paso por el mundo “Working Holiday”. Los dejamos invitadísimos a compartir este espacio y viajar con nosotros en este Flor de Viaje transcontinental.

Por ahora desde Norteamérica con amor…

lunes, 8 de junio de 2015

Gastos y costo de vida en Canadá

Vivir por estos lares es caro si se llega con la intención de habitar la ciudad como un anglosajón más, el modo de vida canadiense es gastador, visitador de bares, restaurantes y otros espacios virtualmente prohibidos para aquellos que llegamos pensando en ahorrar algunos morlacos con esta aventura nortina. Esto no significa necesariamente vivir como monjes en la austeridad absoluta, ya que vivir con el “sueldo mínimo canadiense” no te excluye 100% del goce sibarita. Nuestra temprana experiencia dice que si se incorpora el mateísmo y la dedicación, si se toma cerveza en casa, si se tiene alguna simpatía por la bicicleta y se pedalea hasta que la nieve lo permita (o un poco más); y si se trabaja más de la jornada laboral legal entonces es posible tener unas chauchitas bien decentes en la cuenta o chanchito a fin de mes. Si el principio de austeridad no lo asusta, entonces creo que podemos ayudarlos con algunos datillos ahorradores.

Primero les dejamos algunos costos generales de la vida en el Gran Toronto:

- TRANSPORTE: Lo primero es que el transporte es caro, cuesta un poco más que dos veces lo que vale nuestro amado Transantiago, 3.15 dólares canadienses por pasaje, costo se reduce notablemente si se adquiere una tarjeta por 130 CAD que permite viajar libre e indefinidamente durante todo un mes.

- HABITACIONES: Los arriendos varían dependiendo si es habitación dentro de un departamento, de una casa o un basement, pero en términos generales es posible conseguir un cuarto decente por 500 CAD mensuales. Nosotros pagamos 700 CAD entre los dos por una habitación en una casa compartida con dos roommates, de un excelente tamaño, súper bien ubicada, sólo a un cruce de calle de una estación de metro (factor importante a considerar para cuándo lleguen los fríos y caminar unos metros más o menos sea un asunto de vida o muerte) y cercana a bares, parques y otras delicias citadinas. Este costo incluye también todos los servicios básicos, más calefacción e internet. Estar en pareja es mucho más económico en cuánto a la renta, pero puede también ser un problema a la hora de buscar una habitación ya que no todos los arrendatarios quieren rentar a dos personas. Recomendamos hacerse una buena autopublicidad en mails y avisos, al igual que preguntar telefónicamente o vía email si las duplas son bienvenidas, así ahorrarán tiempo y evitarán confusiones en este proceso.

- ALIMENTACIÓN:
La comida también es cara, aunque se puede conseguir más barata detectando la red de baratijas alimenticias. Nuestro circuito empezaba con el gran Chinatown, nuestro mejor amigo en cuánto a frutas y verduras. Enorme barrio colindante a Downtown con una importantísima población asiática que ha poblado calles y calles con los más diversos supermercados, restaurantes, tiendas de medicina china, de masajes, bancos y todo lo inimaginable para pasar tardes enteras descubriendo la maravillas del mundo asiático. En todo este paseo la comprensión es bastante limitada a no ser que Ud. sepa algo de chino, yo por lo menos no entendía un carajo a no ser que fuera con mi amiga Ryong dado que todos los letreros están escritos en chino, y muchos de ellos en caligrafía china antigua, en esos casos ni Ryong entendía. Y eso que ella había aprendido chino después de largos tres años de vida y estudio en este gigante país (ella es coreana). En el otro extremo del circuito, tenemos nuestras cadenas gringas que nos proveen de carnes y perecibles a bajo costo, hablamos de marcas como Wallmart y No Frills, donde definitivamente no disfrutarán tanto del paseo, pero si entenderán casi todo y podrán satisfacer sus necesidades alimenticias básicas a precios digamos “decentes”. Este tipo de supermercados están en todas partes, sobretodo en los centros comerciales que acá lucen como los primeros y ochenteros shopping center chilensis. Y para todo lo demás, encontrarán un lugar llamado Dollarama, versión canadiense de nuestro Todo a Luca. En este lugar se pueden encontrar de todo, desde una escoba, pasando por una peluca, hasta un kilo de arroz. Y lo mejor es que ningún producto supera los 3 CAD. Artículos de limpieza personal, de limpieza de casa, junto con picoteitos ricos (aceitunas, plátanos fritos, chocolates, etc.) son nuestros favoritos de este lugar. Por el concepto de ALIMENTACIÓN, que implicaba usualmente compras en estos tres lugares, nosotros en promedio desembolsamos un total de 100 CAD semanales (65 CAD en supermercado y 35 CAD en frutas y verduras de Chinatown)

Ahora en relación a las posibles entradas que recibirán por estas tierras podemos contarles algunas minucias sobre los trabajos que nos ocuparon los tres meses que estuvimos en Toronto. Empleos como Working Holiday en rubros de construcción, limpieza, cocina o cuidado de niños abundan por estas tierras. La mayoría de los cuáles son pagados al sueldo mínimo o un pichintuncito más, que varía entre 11 y 12 dólares canadienses por hora. Si calculamos las horas de un mes tendremos un equivalente de exactamente 4,3 sueldos mínimos chilensis. Evidentemente este valor puede ser más alto si se tiene un buen manejo del inglés y pueden acceder a trabajos donde reciban propinas.

Durante nuestros tres meses de estancia en Toronto, mi compañero roofero (para entender más sobre nuestros laburos leer el post anterior) ganaba 12 CAD por hora con la posibilidad de hacer más de 8 horas y de cuando en cuando una propina por ahí. Yo por mi parte, como dishwasher en un restaurant mexicano ganaba 11 CAD por hora y lo mismo por mis labores de hacedora de tacos orgánicos en el lindísimo St. Lawrence Market.

Hoy en día, reportando desde Alberta les adelantamos que en cuánto a sueldos esta provincia nos ha tratado bastante mejor. Con crisis petrolera y todo actualmente nuestros salarios por hora corresponden a 18 CAD en construcción para el hombre de la casa que se desempeña dentro de la especialidad del Framing y 14 CAD (más propinas) para quién escribe como ayudante de cocina en un entretenido Food Truck. Ah! Una cosa chicas, como en casi todos los países del mundo podrán encontrar diferencias salariales importantes entre hombres y mujeres.


ALGUNOS OTROS TIPS PARA WH EN TORONTO


- SITIOS WEB PARA BUSCAR CASA: si no hay contactos que los puedan ayudar en la búsqueda de hogar www.kijiji.ca y www.comprayventa.com son las páginas que nos dieron mejores resultados (ídem para trabajos)

- CHARITIES:
una opción para explorar o explotar en estas tierras primermundistas son sin duda los charities, si Ud. no siente culpa ni vergüenza de ser beneficiario de la caridad canadiense entonces no dude en averiguar cuál es el charity más cercano a su casa, donde probablemente encuentre a personas muy buenas y generosas que lo llenarán de toneladas de comida y/o ropa. No podemos ayudarlos con datos específicos de Toronto porque nosotros recién hemos descubierto esta veta en Calgary, lo que nos sirvió muchísimo durante las tres primeras semanas que estuvimos desempleados. Y nos sigue sirviendo a casi cuatro meses de haber arribado en esta ciudad. (Busquen: Foodbank, Woman Center, Salvation Army)

- CHINATOWN
: Enorme, variado y deslumbrante barrio chino ubicado en pleno centro de la ciudad. Si Ud. es de los que gusta cocinar, comer verduras, frutas y no rendirse ante las hamburguesas y la comida basura entonces aquí encontrará un excelentes puestos y supermercados para conseguir alimentos con clorofila baratos. Un buen dato es llegar en la tarde entre 17:30 y 18:30 cuando estén casi cerrando porque aparecen unas ofertas buenísimas. Tanto que es aconsejable ir con amigos pa poder llevarse las bolsas de un dólar llenas de verduras que no lo podrán creer.

- ST. LAWRENCE MARKET: Mercadito de lo más lindo y uno de los más grandes de Toronto. Ostenta el título de haber sido elegido el mejor mercado de comida del mundo por la National Geographic. En lo personal opino que no es para tanto y que cualquier mercadito mexicano le gana, pero de todos modos está lindo para ir a pasear y comprar alguna delicatesen orgánica. Para muchos locales es el lugar de la compra semanal, a nosotros nos hubiera encantado que fuera nuestro lugar también, pero lo excesivamente caro de sus shuper productos nos remetía a sólo poder conseguir acá nuestra quínoa y té.

- VALUE VILLAGE: Excelente tienda para conseguir ropa, zapatos, loza, libros, patines para el hielo y todo lo que se ocurra para soportar el crudo invierno. Todo de segunda mano y a veces de tallas muy peculiares, pero a precios realmente económicos. Y hay muchas sucursales por todo Toronto y otras ciudades de Canadá.

- WINNERS: Tienda con productos nuevos y buenísimas ofertas. Si no quieren usar una parka heredada de personas de tamaños extrañísimos, usualmente de anchos y largos irregulares, este es un buen lugar para conseguir ropa moderna, nueva y a buenos precios. Tiene una onda más bien outdoor y deportivo.

- CENTROS DE YOGA: También si les gusta practicar Yoga aquí encontrarán el paraíso, ya que tanto en Toronto, como en otras ciudades existen muchas escuelas con un excelente nivel y muy buenas ofertas. Aquí lo que la lleva es que el primer mes sea baratísimo para engancharte y así en el segundo tengas que pagar un precio ridículo por tu membresía. Para mí la salida a esto ha sido inscribirme en un nuevo centro diferente cada mes y así por sólo 50 CAD mensuales tienes yoga ilimitado por 30 días, de lunes a domingo, a cualquier hora y el estilo que más te guste, desde una práctica intensísima en una sala con 35º hasta los estilos más relajados y meditativos. Si bien esto dificulta las relaciones sociales duraderas te permite tener yoga siempre por un excelente precio.

- GYM AMIGO: “United Athletics” es un gimnasio sin fines de lucro, ubicado a dos cuadras de lo que fue nuestra casa (1034 Bloor Street W, Toronto M6H 1M3). Cuento corto es un grupo de amigos que armó su GYM porque les gusta el deporte. Aquí Ud. podrá entrenar Box, BJJ, Capoeira y más a un buen precio y con gente muy buena onda: http://www.united-athletics.ca/


lunes, 25 de mayo de 2015

Sobre nuestra nueva vida laboral

En Toronto, nuestros días laborales transitaban entre compañías griegas de roofing, restaurantes mexicanos, techos multiculturales, cocinas multiculturales, muchos platos, ollas, fuentes y una gigantesca máquina lavavajillas. Además de clases de inglés para mí. El guapo y fuerte de Gato consiguió trabajo rapidísimo. Apenas nos instalamos en Bloor y gracias a las pesquisas realizadas en los periódicos latinos es que consiguió su primera entrevista y su primer laburo en tierras canadienses. En estos pasquines semanales llueven ofertas de empleos en todo tipo de rubros, tales como construcción, limpieza, cocina, cuidado de niños, etc. La mayoría de estas ofertas son pagadas al sueldo mínimo o un pichintún más, que acá vienen siendo entre 10 y 11 dólares canadienses por hora. Al Gato le pagan 12, pero le dan muchas horas a la semana, razón de nuestra subida en los ahorros e incipiente millonariez (o eso pensábamos en ese entonces).

El laburo era duro, por lo menos en cuanto a horarios y madrugación se trata: lunes a sábado a las 5:30 en pie para agarrar la cleta y estar en la pega a las 7 am. El sábado la cosa terminaba más temprano y gracias a eso podíamos tener algo de vida, pasear por los grandes y hermosos parques de la ciudad, pero sobretodo ir de compras, que fue lejos lo que más hicimos durante el primer mes de adaptación, además de ser campeones de cueca y cobradores de tickets como ya están enterados. Este salvaje consumismo, tan ajeno a nosotros fue necesario para proveernos de comida, ropa, enseres y todo lo necesario para la instalación en nuestra Latin Home. Volviendo a lo de nuestra primera fuente de ingresos, las labores que ocupaban diariamente a mi compañero tenían que ver con roofing, categoría muy famosa por estos lares en donde las inclemencias climáticas están presentes gran parte del año. Su pega consistía en arreglar techos de casas millonarias y otras más clasemedieras (no hay más que esto por acá) de todas las nacionalidades: chinas, indias, pakistaníes, coreanas, canadienses y de toda la fauna humana con la que co-habitamos esta migrante ciudad (49% de las personas que viven en Toronto no han nacido en Canadá, para que se hagan una idea de todos los colores que hay por acá). A Gato lo acompañaba Luna, el ecuatoriano experto en techos que manejaba el camioncito en el que se movían por toda la ciudad. Mención especial merece este particular roofing-man, quien además de conducir, trataba con los clientes, arreglaba lo que había que arreglar, le regalaba cafés de Tim Hortons al Gato y contaba historias todo el día (de mujeres, emprendimientos pasados, viajes, aventuras, tenencia de leones como mascotas, etc.). Mi querido hombre era su GPS humano, equipado con una gran guía de calles de la ciudad asistía a su compañero y aprendía sobre carreteras y conurbaciones del North, South, West y East de Toronto. Polifuncional y talentoso como siempre, debía cumplir con roles como los de atento auditor ante las obsesivas repeticiones verborreicas de su jefe, y si bien entre tanto viaje y escuchas a ratos se dormía, también le tocaba trabajar cargando e instalando las grandes escaleras que usaban para subirse a los enormes techos y asistiendo en las reparaciones. Finalmente, cuando el tiempo lo permitía se iban de picnic al parque a comer su lunch, o de compras por algún supermercado o shopping center, o a ver a un amigo de Luna apodado El Modelo por su pasado laboral como modelo de comerciales publicitarios.
Luna es el sueño americano hecho hombre. Deslenguado y aventurero, hace ya un montón de años que decidió saltarse los inviernos, vivir para siempre en tiempos cálidos y ser un transhumante. Viene a Canadá, trabaja primavera, verano y parte del otoño para luego arrancar al bello Ecuador y mandar a la mierda el crudo invierno Canadiense. Así vive en su país sin problemas, tomando café con malicia y viendo a los amigos durante casi cinco meses. Lógicamente por la expertise y los muchos años de trabajo caminando sobre techos, gana bastante bien, casi el doble que su guapo ayudante, por lo que problemas económicos no tiene. Ha atravesado el continente en auto un chingo de veces. Va y viene como las miles de aves migratorias que poblan estos cielos, de Canadá a Ecuador y de Ecuador a Canadá. Este personaje ha pasado a formar parte importantísima en nuestras vidas, tanto que mi compañero, innato registrador de la vida sonora y visual, un par de veces se arriesgó a grabarlo secretamente para luego escucharlos juntos por las noches y gozar con sus extravagantes aventuras. Toda esta relación de amor entre ellos se insertaba dentro de una compañía de origen griego, donde además de Pavlos y Andreas, era posible encontrar también mexicanos, ecuatorianos, albaneses y dos chilenos entre sus trabajadores.

Mientras mi compañero madrugaba y se encontraba con bellos amaneceres, yo dormía un par de minutillos más. Despertaba un poco más tarde para partir a mi escuela de inglés, todos los días de 9 a 3 de la tarde para después seguir a mi laburo mexica. Ahí mi encuentro no era con techos, ni con machos griegos, sino que con mis nuevos amiguitos coreano/as, libaneses, brazukas, taiwaneses, tailandeses, saudíes y uno que otro latinoamericano/a que andaba dando vueltas por ahí. Esto era impresionante, simplemente un paraíso fenotípico para mí. Algunos de los nombres de mis nuevos amigos eran Yuka, Areej, Ryong, Gou Doung Pyong, Juhee, Shariff, Ali, Saleh, muchos Omares y nombres brazukas del tipo Axe Bahía tales como Bruno, Flaviana, Juliana, etc. Aquí no sólo aprendía de gramática, fonética o cultura canadiense, sino de un sinfín de curiosidades mundiales. De los árabes y la ostentación de su patriarcado, de sus anillos gigantes, su islamismo y sus cinco rezos diarios. De cómo soportan sus 50º de calor los Saudíes. De los mejores karaokes y de los deliciosos y picantes platillos coreanos. De las ideas que pasan bajo el velo de Areej, de las 44 letras que tiene el hermoso alfabeto tailandés, de cómo sufren los brazukas tratando de abandonar la pronunciación de sus “ies” en inglés y de lo mucho que me gustaron los ojitos sonrientes de los compañeros asiáticos. Mis profesores fueron Rippy, India llegada hace 20 años a Toronto; Mazda, iraní llegado a Dallas a las 12 años, guapo, divertido y psicoterapeuta; Carla, nacida en Canadá e hija de inmigrantes italianos que ya se rendió ante la imposibilidad de hacer pronunciar correctamente la th a su madre, dice que es un problema de nosotros los herederos de lenguas latinas. También está Dulce, canadiense, hija de colombianos y que apenas habla español. Así era mi escuela, poblada por enseñantes y aprendices de toda la riqueza multicultural tan característica de este país. 

También trabajé en un restaurant mexicano como dishwasher. Mis labores ahí eran limpiar y meter a una máquina gigantesca la mayor cantidad de platos, ollas, fuentes, cucharas, cuchillos, coladores y ralladores que he visto en mi vida. Básicamente todo lo que hay en cualquier cocina pero multiplicado por 1.500. En mi cocina me acompañaban Oscar, el jefe cocinero, hombre de buen corazón y sonrisa fácil, quién estaba constantemente preocupado por mi felicidad y de que me fuera temprano a casa. Día por medio me hablaba del futuro y de cómo los seres más bajos en esta jerarquía laboral solían ascender a ayudantes de cocina. Recurso motivador insoportablemente real en este caso ya que uno de los Chef de los tres Milagros (a esta altura es ya casi una cadena) empezó en esta mojada labor. A mí me no me importaba, ni me importa hoy, el ascenso ni la carrera por estas tierras, pero a ratos hacía como que sí, para no ofender al bueno de Oscar. Los últimos gestos de ternura de mi jefe fueron ponerme a hacer muucho jugo de limón o preparar un ceviche de pulpo. También un fin de semana me invitó a un mega súper evento gastronómico, al Festival Delicious Food Show donde estuve haciendo tacos y comiendo rico y gratis todo el fin de semana. En nuestra cocina también estaban Yoshi, el sub-jefe de cocina y lindo japonecito zen, Chow un chino muy sonriente y muy amable al que no le entendía nada, Daniel y Tamara, primos canadienses que ocupaban antes mi lugar y que fueron ascendidos a asistentes de Oscar. También habían muchos meseros y meseras canadienses, rusos, mexicanos y una venezolana recién llegada, muy venezolana, muy bien dotada y que tenía a todo el segmento masculino de nuestra cocina revolucionada. El dueño era mexicano y el chef principal que jamás estaba en la cocina era Iraní.

Nuestra casa en Toronto

Luego de casi tres meses fuera de nuestro terruño y después de unas no tan breves vacaciones andando por México lindo, rompemos el silencio para relatarles algo de nuestras primeras aventuras canadienses. Hemos llegado como un par más de los muchos Working Holiday (WH) que pululan por esta ciudad. Hemos elegido Toronto para empezar, bien instintivamente y sin mucho conocimiento de lo que nos encontraríamos acá. Sólo algunas observaciones previas en grupos virtuales sobre los flujos de chilenos que habían partido últimamente, un par de conversaciones con ex Torontianos WH y mil días de duda bastaron para tomar la decisión definitiva.

Después de la despedida de México y la celebración pre-cumpleañera con los carnales mexicanos, amigos chilenos y hasta suegro incluido, viajamos al fin a Canadá, con el peso del mezcal y la falta de sueño en nuestro cuerpo. Este viajecillo incluyó una apasionante noche de tránsito entre ambos cumpleaños bien dormida en los asientos del Aeropuerto Torontiano (sí, arribamos el mismísimo día que se celebra el nacimiento de mi compañero y un día antes del mío). Nosotros otrora expertos viajeros de nuestros acogedores países latinoamericanos, de esos en los que sobrevives sin una reserva a las dos de la mañana, nos quedamos en ensoñaciones Guanajuatenses y fuimos unos verdaderos idiotas en estas nuevas tierras norteñas. Cargados hasta la tusa con cinco maletotas, sin hostal, sin amigos, pero por suerte con unos larguísimos y cómodos asientos esperando por nosotros. Desde aquí en adelante puro éxito y mejora, sólo tres días de vagabundeo como ekekos sudacas fueron nuestra penitencia para conseguir el lindo hogar que finalmente habitamos. 

Por los amigos de nuestra matriarca ecoaldeana chilensis arribamos exitosamente en una casa maravillosa, súper bien ubicada y bien barata. La dueña de la casa, hija de chilenos exiliados viajaba a Chile el mismo día que llegamos por lo que sólo tuvimos horas para conocerla. Nos dejó su casa y sus roommates: compartimos piso con Orlando, un argentino de casi 60 años, medio artista, medio loco, que gusta a veces de salir vestido a la calle como fémina. Para su performance toma una buena cantidad de horas en el baño, inversión de tiempo que tiene un resultado bien peculiar y mi envidia segura por alguna de sus prendas. Al principio se avergonzaba de que nosotros lo viéramos por lo que no indagamos mucho en las razones performáticas de la transformación. Pero luego de unos días me pidió que le ayudara a subir el cierre de su apretado vestido de cuero negro, lo que me parece un gran paso para nuestra confianza. Orlando vive en Toronto hace muchísimos años, le gusta hablar, tiene buen humor, es un tantito obsesivo y dirige una organización cultural de artistas africanos y latinoamericanos. A las pocas semanas de llegados, nos invitó a ser los cajeros cobra tickets en un festival de música que estaba organizando. Tocó un grupo africano, un cantante brazuka, una chica canadiense buenísima y otra chica bailó en tetas. Nuestro rol ahí era evitar una lucha interracial y conflictos de dinero entre los africanos y latinoamericanos. Según Orlando los africanos eran "medios vivos", pero los africanos no nos dieron bola, no se acercaron a la caja y nosotros sólo miramos a Lucero toda la noche que era quien realmente iba recibiendo al escaso público que llegó al evento. Finalmente nos fuimos a casa felices con nuestro pago y con saber que la guerra intercontinental no se había desatado. Lucero es nuestra segunda roommate, que llegó a casa a suplir la mudanza de la chica rusa que antes ocupaba su lugar. Es una mexicana requetechingonaza, ha vivido en un montón de países, tiene millones de historias (entre documentales, viajes, dibujos y pinturas) y dice que ya hace un rato no le gustan tanto los canadienses.

La casa está sobre una avenida súper-hiper-multicultural, a pasos de barrios coreanos, italianos, portugueses, latinos y chinos, y también de enormes parques que debe ser lo mejor que tiene esta ciudad. También está el metro al frente, lo que es un verdadero lujo asiático, ya que en caso de tormentas de nieve o frío extremo, sólo basta cruzar la calle para entrar al paraíso calefaccionado. Dado que arribamos en septiembre, esto del clima aún se encontraba en una etapa absolutamente mítica en nuestra existencia. Los relatos de los locales nos informaban de fríos terribles, de temperaturas de menos 40 grados, de meses de oscuridad, de autos que chocaban y personas que se caían en la calle. Por el momento, mirábamos con felicidad nuestros patines de cuchillitos esperando a que ese escenario terrible llegara algún día para poder usar todo el arsenal de ropa que habíamos comprado. Mientras tanto, disfrutábamos del sol radiante por encima de nuestras cabezas (una de las curiosidades Torontianas es que esta ciudad tiene 300 días de sol en el año, con frío congelado pero sol, lo que hace que sus habitantes sufran menos depresión que en la vecina, cálida y lluviosa Vancouver). Por último, la casa también está sobre un bar, arriba del más bullicioso y prendido de todo Bloor Street, el cuál mi hombre frecuentó algunas veces para hablar del posible trabajo que ahí le esperaba como cocinero. Sonaba como la mejor idea del mundo, se imaginarán la cantidad de beneficios: cero gasto en transporte, hablar inglés, tomar cerveza, conocer gente, disfrutar y no padecer la música que durante los fines de semana realmente truena, entre otros. Pero finalmente resultaron ser muy pocas horas y el trabajo de obrero sobre techos canadienses comenzaba a ser demasiado lucrativo como para dejarlo. En fin, con el nivel de actividades, de cansancio y con nuestros maravillosos tapones para oídos, terminamos por olvidar que The Piston Bar vivía bajo nuestros sueños.

Como ven, en Canadá la vida ha vuelto a retomar la rutina de sapiens sedentarios: hemos abandonado el nomadismo viajero que acarreábamos desde la desocupación masiva de nuestro departamento en Santiago, nos alimentamos mucho, sano y bien. Ya no nos atacan enfermedades tercermundistas (salmonelosis inicial en México City) ni tampoco padecemos de hedonismos capitalistas. Disfrutamos austeramente de todas las comodidades que este Primer Mundo tan generoso y extraño (para nosotros) nos ha querido regalar. Y como nuestras necesidades son pocas, aquí en nuestro mini hogar sí que “chorrea” la felicidad. Tenemos trabajo y casa en un asombroso tiempo record gracias a los contactos de buenos amigos, a la suerte de principiante y a la tremenda eficiencia de un equipo compuesto por dos virgos enamorados: a sólo tres días de arribar en Canadá ya contábamos a nuestro haber con casa, bicicletas iguales (heredadas de otros dos chilenos WH), teléfonos, números de Seguro Social, cuenta bancaria y los dos únicos ¡Feliz Cumpleaños! que recibimos en este país, justamente venidos de la funcionaria del Social Insurance y del inmigrante asiático que nos dio la cuenta en el banco. Todo, por supuesto, bajo la políticamente correcta actitud norteamericana, con un mesón entremedio, sin abrazos, ni apretón de manos. También tenemos unas hermosas chaquetas y zapatos para el frío, la nieve y el agua, patines para el hielo, un segundo lugar y el favoritismo del público en un concurso de cueca en la Ramada de Don Chicho, una portada en el diario latino junto a Roberto Carlos y una invitación a la Radio Ondas Hispanas para quien escribe.